lunes, 3 de noviembre de 2008

EXHIBIDORES SIMPLES, LA EVOLUCION DE UN SILO:


Altos y bajos; con una boca, con dos; divididos y simples, el SILO se ha transformado al pasar de los años, en uno de nuestros muebles más confeccionados.......y por que? por su simple diseño y múltiple uso promocional.
Fue por el año 2000 que nuestro cliente GILLETTE CHILE nos da a conocer este concepto de exhibidor/contenedor, el cual debía ser muy económico para lograr ubicarlo en la mayor cantidad de puntos de venta posible.


Su acierto fue notable y su producción fue creciendo en el tiempo, hasta nuestros días, llegando a desarrollar formatos tan específicos como ½, ¼ y 1/8 de silo. Tan pregnante ha sido el concepto de SILO que ya cualquier exhibidor que posea las características de dimensiones o uso en pasillo se tilda de silo, es así que nos encontramos con este otro tipo de ejemplos desarrollado por nuestros diseñadores y confeccionados en nuestra fábrica.



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CONFIANZA, CONFIDENCIALIDAD, DERECHOS DE AUTOR

Cada vez que una agencia recibe un nuevo proyecto de diseño, implícitamente hace un pacto de confianza con su cliente, lo que significa para la agencia una situación delicada y compleja basada en la ética profesional. Suena más complicado de lo que es, por que al fin y al cabo, el cumplimiento continuo de esta ética hace que se transforme en un protocolo de trabajo que todos los miembros de la agencia tenemos como hábito, es decir, es un comportamiento natural.

Para una agencia, un pacto de confidencialidad significa respeto. Respeto por la necesidad que el cliente nos planteó, por su idea original, respeto por sus intereses comerciales, respeto por nosotros mismos y las ideas creativas que desarrollamos con esfuerzo para dar soluciones a esa necesidad.
Este respeto se expresa en acciones simples: en no comentar con nadie los proyectos de nuestro cliente, en ocultar de cualquier persona ajena a la agencia bocetos, modelos, diseños, gráficas, prototipos etc., hasta que el cliente mismo decida que el proyecto se haga publico, en no repetir el mismo diseño para 2 encargos diferentes, enfrentar todo proyecto con igual disposición, no revelar ningún detalle de un cliente a otro, y jamás usar información o ideas de un proyecto de un cliente para enfrentar un proyecto de otro cliente. Esto solo como ejemplos.

Por el lado del cliente la agencia también espera respeto y confianza. Confianza en la capacidad creativa, confianza en que la agencia y sus trabajadores tenemos esa formación ética que nos mueve a cuidar su proyecto, respeto ante nuestras ideas creativas, que aunque estén hechas para sus ideas y necesidades, son creaciones nacidas de nuestro trabajo, respeto al no usarlas ni mandarlas a producción sin avisarnos (y pagarnos) y tampoco llevarlas a otra agencia para que ellos continúen el proceso, respeto al darnos la confianza que nos hemos ganado.

Pero a veces nos encontramos con situaciones intermedias, difusas y complejas, que se relacionan con el derecho de autor y el derecho que tiene una agencia, oficina de diseño o cualquier oficina creativa a hacer publicidad de su trabajo. Mas allá de la ley, que en Chile aun no está bien establecida, el tema debe manejarse con delicadeza y, otra vez, con respeto y sin desconocer el aporte intelectual que las dos partes tuvieron en la creación final, de lo contrario se llega a situaciones incómodas, vergonzosas, mezquinas y totalmente innecesarias del tipo “la pelota es mía y tú no juegas si no quiero”

Por una parte, la agencia no puede negarse a priori a la posibilidad de que el cliente nos pida, por ejemplo, darle un nuevo uso a un diseño, sacándolo del contexto para el que fue creado, aunque argumentemos que se desvirtúa el trabajo creativo y el producto final no va a ser óptimo. Podemos dar nuestras razones y convencer al cliente con nuevas y mejores propuestas, pero el también es dueño del proyecto, pago por él y puede hacer uso de su propiedad. Es la llamada “propiedad industrial”.

Pero también es importante que el cliente reconozca la propiedad intelectual de la agencia, lo que en la ley chilena se llama “propiedad moral”, que al margen de las retribuciones económicas sobre la creación de un proyecto de diseño, también nos da el derecho de llamar un diseño “nuestro” y por consecuencia, nos da el derecho de que el público, la gente de la calle, sepa que nosotros lo creamos. La importancia que tiene esto para una agencia es simple: la subsistencia. Es muy raro que una persona sea contratada por una empresa si su currículum estuviera en blanco, y muy pocas agencias serían llamadas a nuevos proyectos si no se supiera en cuáles han participado. Las agencias no se auto publicitan de manera masiva en medios de comunicación tradicionales, como lo hacen sus clientes, solo dependen de una publicación en algún directorio comercial, del boca a boca y sobre todo de una página Web actualizada y bien nutrida que, insisto, tienen derecho a llenar con todo lo que es parte de su “propiedad intelectual moral”.

Finalmente todo se conversa, se negocia, se hacen acuerdos. Se deben respetar los límites y susceptibilidades que vayan surgiendo en el camino, aplicar criterios, no prejuzgar al otro, no imponer razones de modo autoritario, y nunca menospreciar a la otra parte.
La moraleja es para ambos lados de la delicada balanza cliente-agencia, para respetarse mutuamente y recordar que todos somos profesionales en lo que hacemos.

Por Sole Bertucci

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